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Artistas underground
Esta noticia la escuchamos el otro día en un documental de la TV: un hombre, en una estación de metro en Washington, comenzó a tocar el violín, en una fría mañana. Durante las siguientes 2 horas interpretó seis obras de Bach, tres obras de Vivaldi y cuatro de Paganini. Durante el mismo tiempo, se calcula que pasaron por esa estación algo más de mil personas, casi todas camino de sus trabajo. Quien más atención prestó fue un niño de 3 años. Su madre le tiraba del brazo, apurada, pero el niño se plantó ante el músico. Cuando su madre logró arrancarlo del lugar, el niño continuó volviendo la cabeza para mirar al artista. Esto se repitió con otros niños. Todos los padres, sin excepción, les forzaron a seguir la marcha. Nadie lo sabía, pero ese violinista era Joshua Bell, uno de los mejores del mundo, tocando las obras más complejas que se escribieron alguna vez, en un violín valorado en 3.5 millones de dólares. Dos días antes de su actuación en el metro, Bell había colmado un teatro en Boston, con localidades que promediaban los 130 dólares. Esta es una historia real. La actuación de Joshua Bell de incógnito en el metro fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas. Hemos hablado del metro estadounidense, pero claro está, que podíamos hacerlo igualmente del metro de cualquier ciudad, o de los ARTISTAS que están todo el día tirados en la calle deleitándonos con su Arte mientras no nos dignamos ni a mirarlos a la cara. En este experimento, la consigna era la siguiente: en un ambiente banal y a una hora inconveniente, ¿percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado? |
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