¿Saldremos de la crisis?
Mi intención aquí no es hablar de política, que la verdad no me interesa mucho, sino de hacer una reflexión sobre el estado de ruina total en el que estamos sumidos. Según todos los indicios, España es un país que está perdiendo fuelle, en lo que a política y organización social se refiere. Desde el arduo proceso de la Transición que nos llevó a la democracia, no hemos estado en una mayor situación de inestabilidad. Esta situación no es nueva para nosotros, ya que a lo largo de la historia, España ha pasado por momentos de inestabilidad socio-política: la invasión napoleónica, la Restauración, la guerra carlista, la dictadura franquista derivada de la guerra civil, etc. Pero en esta reflexión hay un aspecto curioso: en todas estas vacilantes situaciones se consiguió la estabilidad absoluta, y da la casualidad que los dirigentes de estas revoluciones eran de derechas: Napoleón, Alfonso XII, Franco, etc.
            En general, la sociedad española siempre ha sido gobernada por políticos de derechas que llevaron a España a una situación estable internacionalmente y solo casos puntuales han permitido que gobierne la izquierda (conflictos internos que permitieron que González llegara al gobierno en el 82 o los atentados del 11M que, contra todo pronóstico, colocaron a Zapatero en la Moncloa)
            En general los ciudadanos están muy descontentos con los políticos y esto es un hecho muy grave porque las diputaciones y autonomías que tanto trabajo nos costó instaurar en la Constitución del 78 corren grave peligro y a no ser que cambien mucho las cosas en lo que a política se refiere, se pueden ir formando sistemas extraños de partidos, nacionalismos radicales (algunos ya formados como en el Pais Vasco) e incluso el caciquismo que ya nos hundió económicamente en la Restauración del pasado 19.
Ante la grave situación que nos encontramos actualmente hay que apelar al espíritu de la Transición para que la estructura general del Estado no sufra daño alguno, así, todos los sectores sociales: funcionarios, prensa, sindicatos y demás personal, deben de unirse para, ante las nefastas perspectivas ante la crisis, realizar un bestial cambio de sistema que permita el final del ciclo que nos ha llevado a la ruina. Ese final de ciclo que ya se superó en la Transición, donde pasamos de la represiva y cruel dictadura a la libertad democrática más esperanzadora.
Por otro lado, el BCE (banco central europeo) debería de haber supervisado el buen funcionamiento del BE (Banco de España) y por lo tanto, el buen funcionamiento de la economía española, pero no lo hizo. A modo contrario, dejó pasar el tiempo, y todos los involucrados en la economía: ciudadanos, bancos y gobierno siguieron hinchando la burbuja, ya que corrían buenos tiempos en la época de bonanza y todo el mundo nadaba en billetes. Hasta el trágico final: la burbuja ha explotado y ha dado lugar a la peor crisis económica jamás conocida.
El comienzo de la crisis bien podía compararse con un capítulo de los comics de Asterix: un pequeño grupo de ciudadanos de un pueblecito (comparación con España y sobre todo el gobierno español y sus asesores económicos que se negaban a aceptar el comienzo de la crisis) que resistían ante la expansión romana (comparación con Europa: Alemania, Francia, el BCE que ya empezaban a tomar medidas para frenar la recesión económica)
Ante la mala situación económica, en general los políticos sufren duros reveses (por ejemplo Zapatero ha sido derrotado por K.O por Rajoy) pero los directivos de los bancos no sufren daño alguno, e incluso se benefician de finiquitos millonarios que arruinaban a sus propios bancos y esas pagas tenían que sacarse de dinero público. Y no hace falta decir que para que un banco vaya bien, sus miembros y directivos tienen que haber marcado una trayectoria profesional eficiente, si no, pues el banco no tiene dinero, no concede créditos, los ciudadanos no invierten y es “la pescailla que se muerde la cola”. Al final ruina total.
En 1994 se creó la LABE, una ley que daba a los bancos libertad de movimientos y le daba independencia política, es decir, el BCE en general y el BE en particular pasaban olímpicamente de los ciudadanos para controlar ciertos aspectos internos de los bancos. Con esta ley los bancos se hicieron todopoderosos. Claro está, en la época de bonanza nadie preguntaba, pero ahora la cosa ha cambiado.
Aprobar esta ley, sin duda fue un error muy grave, ya que hemos puesto el 100% del destino económico de España en manos de despiadados tecnócratas, que más que mirar por el buen desarrollo del país, miran por llenarse los bolsillos y que no se note mucho que ya hace mucho tiempo que les rebosan.
 

 

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