cuadros desprotegidos
El otro día fuimos al magnífico Museo del Prado y debemos decir que es, simplemente, espectacular. Nuestra visita fue una interminable suma de experiencias satisfactorias: salas interminables repletas de obras maestras universales disfrazadas de fantásticos cuadros de los más grandes Maestros de la pintura. Velázquez, Murillo, Rubens, Rembrant, Goya, El Greco o Ribera se dieron cita en el gran museo madrileño para del público, entre el cual nos incluimos. Solo hubo un inconveniente que nos taladró el corazón: cuadros como Las Meninas, La maja desnuda, El tríptico, El Jardín de las delicias, La rendición de Breda, Las hilanderas... estaban totalmente desprotegidos. La seguridad brillaba por su ausencia. Había un sistema láser que analizaba las pertenencias (mochilas, bolsos...) de cada visitante, pero no detectaba el metal. Nosotros, por ejemplo, pudimos entrar con el manojo de llaves de casa, que perfectamente hubiese podido rajar el frágil lienzo con suma facilidad. Y desde aquí lanzamos una pregunta ¿ y si en vez de unos turistas amantes del Arte hubiesemos sido unos locos despiadados con ganas de salir en la televisión, qué hubiese pasado? La respuesta la dejamos en el aire y pedimos una pequeña reflexión. De todos modos deberíamos echar una fugaz mirada a nuestros vecinos galos y a su magnífico museo parisino. El Louvre nos da la respuesta a la pregunta anterior: La Gioconda de Da Vinci tiene un cristal blindado de quince centímetros de grosor. En nuestra opinión, deberíamos tomar ejemplo de ellos. |
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